lunes, 23 de febrero de 2015

Performance urbana o la acción como puerta hacia el instante desnudo*


“...Cierto es que seguimos deseando captar en nuestras artes
las corrientes invisibles que gobiernan nuestras vidas ( ..)
La verdad es que no sabemos cómo celebrar,
ya que no sabemos qué celebrar.
Lo único que sabemos es el resultado final:
conocemos y gustamos de la sensación y el clamor de lo celebrado...”

Peter Brook, El espacio vacío

  
Juan Montelpare. Acciones simples para curar objetos violentos (http://juanmontelpare.wix.com/juanmontelpare)



Celebración de la presencia.
El arte intenta volver a las calles. Intenta volver a confundirse con lo cotidiano, correrse de la categoría de mercancía y conservar su tensión poética.
El arte quiere recuperar una mirada activa.
Desde fines del siglo XX las artes urbanas en general han comenzado a rasgar la percepción de lo cotidiano sin distanciarse del propio tejido urbano y sin irrumpir con aires de revelación o imposición discursiva. Performance, stencil, intervenciones, instalaciones, land art, son algunos de los lenguajes que protagonizan la disolución de las constantes barreras que pretenden erguirse (desde múltiples juegos de poder) entre el arte y la vida, la observación y el hacer, el espacio yermo despojado ritualidad y poética y el espacio con sentido.
A diferencia de lo sucedido en las décadas de 1960 ó 1970, con las primeras experiencias performáticas y de “happening”, las manifestaciones performáticas urbanas de hoy en día parecieran haber trascendido (o al menos trabajan por el intento) el regodeo de una acción solo “para entendidos” o “iniciados” y la pretensión de violentar en lo cotidiano para “iluminar las conciencia de la masa” con un acto saturado de malabarismos pseudoconceptuales.
En esta constante evolución hacia un diálogo fluido y genuino con el entorno, la performance, como herramienta de inserción y diálogo activo con el tejido urbano, se convierte en esa esponja mutante y nómada, tal como la define la investigadora mexicana Yolanda Muñoz González. Antonio Prieto cita esta metáfora y la desarrolla: “Es una esponja porque absorbe todo lo que encuentra a su paso: la lingüística, la teorías de la comunicación y de la conducta, la antropología, el arte, los estudios escénicos, los estudios de género (...) Es mutante gracias a su asombrosa capacidad de transformación en una hueste de significados escurridizos (…) es nómada ya que se le ha visto viajar sin necesidad de pasaporte de una disciplina a otra y también de un país a otro.” 
La performance que logra trascender el riesgo de la espectacularización, le brinda a las acciones poéticas y políticas la posibilidad de encarnarse un cuerpo más “real”, más contundente que el cuerpo “escénico” o el mero discurso. Pues reflexiona sobre y con el contexto, acerca de y con el otro.
Si este diálogo circula, si estas piezas se integran, la performance ingresa en lo cotidiano fraternalmente y no por desgarro.

Javier Del Olmo. Cromañón. Acción realizada el 30 de diciembre de 2013 en Plaza de Mayo, para reclamar justicia y hacer memoria para las 194 víctimas de Cromañon, junto a familiares, sobrevivientes y amigos. (http://desaparecerhoy.blogspot.com.ar/)

Así, una fuerza axial toma y habita cada espacio de acción de una manera enérgica y festiva. Ese espacio de acción conforma, a su vez, un todo donde el performer desarrolla su intención a través de su cuerpo, estableciendo un puro proceso que luego impactará e involucrará al espectador o participante y al propio entorno. Contexto, cuerpos, objeto, palabra, imagen, sonido, respiración, formando una única percepción e imprimiendo un sentido más allá de las individualidades.
Esta fuerza, esta tercera presencia entre el accionador y el participante es el encuentro mismo. El encuentro como intersección entre distintas percepciones y emociones estableciendo sus propias dinámicas: un cuerpo del instante, que va construyendo su propio discurso y su propia poética. 
Dichos acuerdos, la mayoría de las veces, no necesitan demasiados preámbulos para echar raíz en el instante, para habitar el cuerpo común. En ese espacio de lo inesperado comienzan poco a poco a develarse una historia (un sentido) y un registro en común, fresco y vital.
Y es que en pocas manifestaciones artísticas “el aquí y ahora” cobra tanto protagonismo  como en la performance urbana. Dónde todas las energías en diálogo potencian el tránsito del performer como co-creador y la vivificación en los espectadores de sus capacidades creativas invitadas a manifestarse en un ámbito con tantas posibilidades como lo es el espacio público. Así lo postuló Joseph Beuys: “frente al imperio exclusivo de la razón, solo el arte es capaz de reactivar todos los sentidos y las potencias del hombre”. 

En tiempos donde el sentido discursivo y conceptual ocupa el lugar absoluto de la obra, la dialéctica del encuentro en el espacio público propone, no un objeto acabado, impenetrable, pasivo, sino un proceso a completar, un camino orgánico donde la obra se resignifica, se ofrenda y se conforma en la percepción o acción en común.
En la performance urbana, acontece la desnudez inicial de la representación, en la que el Otro es esencial: su cuerpo también es escenario, actor y palabra.

Luis Eduardo Martínez

Blanca Rizzo. No a la trata. Fotografía de Javier Del Olmo (http://blanca-rizzo.blogspot.com.ar/)




*Actualización del artículo publicado originalmente en Revista DCO-Danza, Cuerpo, Obsesión, en su número 7 (Abril 2007), dedicado a "Poder". www.revistadco.blogspot.com
Bibliografía:
Boork, Peter. El espacio vacío. Barcelona, Península, 1994.
Prieto, Antonio. "En torno a los estudios del performance, la teatralidad y más". (En línea) www.crim.unam.mx
 

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